jueves, 27 de agosto de 2015

Casa victoriana 3. Las habitaciones de los niños I.


En la planta más alta, tras las innumerables escaleras, se encuentra el reino de la infancia y su guardiana, la institutriz. En las casas con más recursos el nursery (como se referían a estas habitaciones) estaría compuesto por toda una serie de estancias, a poder ser una para las mañanas, un dormitorio para los niños mayores y un cuarto para la niñera y los bebes. Las casas más modestas se darían por satisfechas con tener a los niños convenientemente apartados en una habitación en lo alto del hogar-castillo, donde pudieran ser llamados si se les deseaba ver, pero no interfiriesen en el quehacer del día.


                                          Nursery de la reina Victoria en Osborne House


Varios hechos hacen que la sola idea de quedarse embarazada en esta época ponga los pelos de punta:
-       Hasta bien entrado el siglo XIX no era posible saber si una estaba embarazada antes del quinto mes, mas o menos, cuando la barriga empezaba a ser prominente.  Algún médico ya había descubierto por aquel entonces que el moco vaginal cambia tras la concepción pero fue tratado de loco y expulsado de la profesión.
-       Hasta mitad del siglo el uso de corsé durante el embarazo fue imperativo.
-       El único anestésico conocido contra los dolores del parto era el cloroformo que aplicaban los médicos en los partos que supervisaban, es decir , los de las clases más altas.
-       El cuerpo femenino era intocable para los médicos por lo que su estudio y diagnóstico se solía hacer a través de modelos anatómicos como el de la imagen,  en el que las mujeres señalaban el foco del dolor. 

"Ay dios mio que se me salen las tripas"
-       La fiebre puerperal se cobraba aún en 1876 la vida de cinco de cada mil parturientas. Era la mayor causa de muerte tras el parto y lo siguió siendo hasta que se decidieron a prestar atención a los hechos que demostraban que la esterilización de personas e instrumentos salvaban vidas.



Aun así, es evidente, las mujeres parían y con ello cumplían lo que la sociedad creía su “deber esencial”.  En las familias más ricas se esperaba que las féminas guardasen cama por lo menos hasta nueve días pasado el parto, en las más pobres esto no era posible y las mujeres volvían al trabajo casi inmediatamente.  Las diferencias entre las madres ricas y las pobres eran también notables en la manera de entender el cuidado de los hijos.  Durante la primera mitad del XIX se consideró un símbolo de estatus el desconocer las rutinas y avances de los propios hijos.  Afirmando tener poco trato con la prole se daba a entender que la casa era grande y los criados numerosos. Esto cambió notablemente durante la segunda mitad de siglo cuando incluso las madres de familias prósperas  comenzaron a volcarse en sus pequeños, siendo muy ridiculizadas por abuelas y pedagogos.

Volveré al nursery en el próximo post, muy prontito, para hablar de cómo eran tratados los niños y presentaros a la institutriz.

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