miércoles, 2 de septiembre de 2015

Casa Victoriana 3. Habitaciones de los niños II.


Lo cierto es que el siglo XIX es testigo de la llamada “profesionalización de la paternidad”.  Proliferan los libros dando consejos y advirtiendo a las madres de los peligros y bondades de cada una de sus acciones. Esto contrasta con el poco conocimiento real de las necesidades médicas, nutricionales o educativas de la infancia, por ejemplo:
-       Cuando a los bebes les salían los dientes y se ponían nerviosos, además de sufrir otros síntomas, los médicos les administraban opiáceos. Así los “expertos” acabaron con la vida de innumerables niños pues los más débiles, incapaces de metabolizar la droga, morían entre terribles convulsiones.
-       A los tres años se pretendía que los niños aprendiesen a leer y escribir sometiéndoles a rutinas incompatibles con su desarrollo normal.
-       La alimentación mediante la lactancia materna era impensable en las clases mas altas.  En lugar de la propia leche, que se consideraba falta de nutrientes y capaz de debilitar a los pequeños, los médicos recomendaban alimentarles con una papilla hecha con agua y pan con azúcar.
-       Los biberones, que se hicieron imprescindibles según avanzaba el siglo, tenían tetinas hechas de piel de cabra y dado que no se creía en el poder de los desinfectantes muchos niños acababan enfermando.

Biberones victorianos.


Teniendo en cuenta todo esto no es difícil entender porque a finales del XIX ,  a pesar de los avances médicos, el 16% de los niños no lograba superar su primer año de vida. Por supuesto si algo salía mal durante el embarazo o la primera infancia la culpa recaía sobre la madre, que era tildada de inmoral y despreocupada por el resto de “expertos” (expertos en matar niños con prácticas aberrantes).

En la nursery, además de tronas, camas, pizarras, mesas, juguetes… se encontraba la habitación o el espacio para la institutriz. La institutriz es una figura omnipresente e incomoda en la sociedad y por lo tanto en el hogar victoriano. Se trataba normalmente de jóvenes de buena familia que no tenían recursos propios y debían entrar en casa ajena a prestar sus servicios.  En la casa no formaba parte de los criados pero tampoco de la familia, esto la colocaba en tierra de nadie, posición muy solitaria e incómoda. 


En la serie de documentales The Victorians Paxman aprovecha un cuadro de la época para narrar el drama de la institutriz:

The governess, Richard Redgravce 1844
 

-       La institutriz, triste y vestida de luto sostiene una carta que presuntamente informaría de la muerte de un familiar.
-       La partitura en el atril del piano muestra la canción popular “Home sweet home”
-       Una única lágrima cae de sus ojos,  en memoria de la familia que se ha visto obligada a abandonar.
-       Sobre la mesa puede verse lo que queda de su cena solitaria y una pila de libros por revisar.
-       En contraste con su oscuridad,  al fondo, las niñas juegan despreocupadas.

Y así abandonamos el nursery, si recorren conmigo de nuevo las incontables escaleras nos encontraremos con la parte más baja de la casa y también de la sociedad.   
Próxima estación: la cocina.

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